domingo, 18 de junio de 2017

PUBLICIDAD INAPROPIADA





PUBLICIDAD INAPROPIADA
La polémica internacional por publicidad inapropiada.  Uno de bebida gaseosa, catalogado por algunos como “el comercial más racista de la historia”; el otro de una marca de vehículos.  En éste último un hombre intenta suicidarse con el monóxido de carbono de su carro, pero éste es propulsado por hidrógeno  así que resulta en un baño sauna.   Las empresas debieron disculparse ante la fuerte generación de críticas.
Casos que se repiten con frecuencia, también en nuestro país.    Ya no digamos promociones, lanzamientos o publicidad poco efectiva y/o que francamente no se entiende.   Con años en el ambiente del mercadeo, veo con frecuencia publicidad sinceramente incomprensible, aún para el ojo experimentado,  y me pregunto, ¿Quién habrá aprobado esa publicidad?   O ¿Quién estará quemando su dinero de esa manera?
El despilfarro es generado por arrogancia y menosprecio. Arrogancia,  al tomar decisiones basadas solo en intuición y creer que sabemos todo del mercado, de los consumidores, sus necesidades y deseos, como para lanzarles una campaña publicitaria atrevida que consideramos “entretenida, chistosa o irreverente” sin testearla,  y creemos erróneamente que  así venderemos más.
Menosprecio, para las herramientas técnicas diseñadas para brindar la información necesaria para tomar mejores decisiones, reducir el riesgo y evitar despilfarro de dinero o daño a la imagen de las marcas.

Se están olvidando del consumidor, de sus necesidades y opiniones, de lo que sienten y esperan de sus marcas; aún de monitorear la satisfacción de los propios clientes! Eso también es menosprecio, y tarde o temprano, pasa factura.  A veces nos enamoramos tanto de “nuestra publicidad” y nuestra capacidad de decisión, que nos desconectamos del consumidor; hasta que un competidor con conocimiento real y actualizado del mercado nos descalabra, solo siguiendo la teoría del mercadeo, la de los libros, la que enseña de posicionamiento, de imagen de marca, de investigar y conocer al consumidor.  Simple omisión.

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